lunes, 10 de noviembre de 2008

TE DEBO

Te debo...

Hoy, sin duda, recorrí uno de los caminos más dificultosos para llegar donde ahora descansas. Cada paso se hacía demasiado pesado y doloroso.
Unos hombres de negro (que nada tiene que ver con la película) se movían rápidamente por las amplias calles del cementerio, mientras otros trataban de hacer paso al cortejo.
Las gradas se hicieron desesperadamente dificultosas de escalar. Cuando al fin llegué, te mostré el álbum que había llevado. Encontramos varias fotografías ordenadas en una especie de currículum fotográfico que se había acumulado en el devenir de los años.
La primera rememoraba a un niño de aproximadamente un año, montado en un carrito de bebé que el amor materno había pedido prestado de la vecina. Otra, mostraba a un niño con un sacón tan grande que tenía las mangas recogidas. Y es que cuando no se tiene mucho, las cosas se compran con pretensión de perennidad.
Encontramos también la foto de un niño que lucía orgullosamente una pañoleta roja emulando a los “pioneros” cubanos.
Recuerdo que cuando niño, me impresionaba mirar tus callosas manos mientras mi madre atravesaba con aguja e hilo las ampollas que se habían formado a despecho de los gruesos guantes que se habían rendido ante los pesados moldes para fabricar botellas.
Pero también había cosas “buenas”. Me gustaban las navidades, en que el “patrón” en un arranque de “bondad navideña” convocaba a los hijos de todos los obreros para entregarles un juguete. Una vez me tocó una patrulla que, aunque después cambiaría de opinión sobre los policías, me gustaba mucho.
La cara de satisfacción de un muchacho que participaba por primera vez en una huelga de hambre en dependencias de la Central Obrera Departamental caracterizaba la foto revolucionaria. Recuerdo que me habías dicho que era una cosa sería, tan sería como cuando tomaste la decisión de ingresar a una huelga de hambre tras tu primer retiro de la Fabrica de Vidrios y Cristales. Dos semanas de huelga vuelven respetuoso a cualquiera.
Por lo demás, tu sabías que esa habría de ser la constante que marcaría mi vida, aunque nunca te gustó la idea de que militara en uno de esos grupos que tenían que ver con la liberación nacional.
Tu esforzado pero vano intento por acercarme a la práctica del fútbol se aprecia en una foto en que comíamos uno de esos sándwich de sábado por la tarde mientras mirábamos el fútbol del campeonato fabril. ¡¡¡Ojalá y te hubiera hecho caso!!!
La foto técnica muestra a un impúber pretendiendo arreglar una radio de esas antiguas que todavía llevan lámparas. Conocedor de la vida, siempre decías que mientras más oficios aprendiese, mejor me iría en la vida; Y así, materializando esta filosofía tuve que aprender sastrería, mecánica, dactilografía, electrónica y todas esas cosas.
Cuanta razón tenías. No sólo era la teoría, también era práctica.
Recuerdo la vez que ingresé como aprendiz de un añejo cerrajero que había aceptado a regañadientes tu ruego. Ahora comprendo por qué eras tú quien en realidad pagaba mi salario.
Seguro que debemos agradecer al Dr. Siles Suazo los momentos más felices de mi vida. Las diarias y nocturnas reuniones en la casa para “echarle” unos sendos juegos de ludo, entre tostados y sultanas, eran un homenaje a la comunión familiar que supiste lograr, pese a que casi siempre al final de la jornada había algún insatisfecho y enojado perdedor. Sabes bien que fui yo quien casi siempre perdía.
Entre las fotos “profesionales” se ve al novel maestro que acababa de realizar su promesa de servicio en la Normal “Simón Bolívar”; sin embargo, llama la atención aquella en que recibí el título de abogado. Me acompañas con una incomparable expresión de orgullo y satisfacción. Lo cierto es que fuiste tú quien lo había logrado.
A estas alturas, es de reconocer lo fugaz de la vida, como el florero que acaba de estrellarse en el suelo; el agua se escurrió como la vida de tu cuerpo, a despecho de tu luz que continúa alumbrando.
Mientras dificultosamente regreso a mi hogar, un corazón todavía herido y una pierna recién suturada me recuerdan que la parca te llevó, pasó cerca, e incluso se atrevió a tocar mi puerta mostrándome su huesuda cara. ¡¡¡Qué difícil es comenzar de nuevo en tu ausencia!!!
Y es que aún no entiendo en qué momento te perdí, en qué momento nos perdimos… si es que entre tú y yo aún había algo pendiente: te debo la construcción de ese hombre que soñabas.
¡¡¡Te debo…!!!

La Paz, 10 de octubre de 2005.